15 julio, 2007

Okuna

Una vez fué pequeña, tímida, retraída, del tamaño de un comino, pero creció. Se planteó seguir el guión de vida adiestrado, había intentado estudiar, fué una temporada alegre, se "ennovió", eso sí, un poco tarde, pero llegó a dar a luz su primer roro a los 27, y al poco otro más. Su marido... más de lo mismo. ¿me quieres? ¡te quiero! tenían los niños 5 y 1 año y él dijo "adiós" o como si lo dijera, no se recuerda. Quedó con su recuerdo, sus hijos, su soledad y su estima. Un día, otro día, otro día, muchos días. Jugaban en su cabeza muchos títeres... unos saltaban haciendo torres de tres, de cuatro... otros deambulaban con su barra de equilibrios... otros se columpiaban a 10 metros del duro suelo... era sus sentimientos que jugaban con ella. Pero en su empeño sólo era orden y seriedad quien mandaba. Y se cansó del ruído, de no poder controlarlo y quiso salir de su circo. Paseó, curioseó, se asomó a locales y lugares llenos de noche. Y decidió volver a casa. Sola. Siempre sola. Su nuevo hombre igual que el que quiso no existiria. Dentro de su ventana pasaba gente. Ella envejeciendo, ávida, a cada uno sonreía y desconfiaba. A cada uno le devolvía la patada que no le dió al primero. Quería que el próximo fuera Él y se enfadaba todas las veces. Quería que la reconociera. Quería... Quería... Y de tanto querer lo que quería, no quiso a ninguno. Perdió la grasa, luego el músculo... la encontraron con su sonrisa desconfiada... sola, disminuída, contrariada, del tamaño de un comino.

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